viernes, 31 de agosto de 2012

SAN RAMÓN NONATO, Confesor


 31 de agosto 


SAN RAMÓN NONATO, 
 Confesor



Os habéis hecho partícipes de los que sufrían
afrenta y tribulación; os compadecisteis
de los que estaban entre cadenas.
(Hebreos, 10, 33-34).


   San Ramón pidió a la Santísima Virgen que le hiciese conocer el camino que debía seguir para llegar al cielo; María le ordenó entrar en la Orden recientemente fundada de la Redención de los cautivos (de la Merced). Enviado a Berbería, rescató a gran número de cautivos, y cuando se le agotaron los recursos, se dio a sí mismo en prenda para la libertad de muchos otros. Vuelto a España, fue nombrado cardenal por Gregario IX. Murió en el año 1240, yendo a Roma, donde el Papa lo llamara para utilizarlo en el gobierno de la Iglesia.

  MEDITACIÓN
SOBRE LA OBLIGACIÓN
DE SOCORRER A LAS ALMAS
DEL PURGATORIO

   I. Todos podemos trabajar en la liberación de las almas del purgatorio, que están en una cautividad más cruel que la de los cristianos llevados como esclavos. Puedes tú socorrerlas orando a Dios por ellas, encargando se celebren misas, dando limosnas, practicando alguna mortificación, o sufriendo pacientemente las penas y aflicciones de esta vida con miras a satisfacer por ellas a la justicia de Dios. Puedes prestarles este servicio; ellas no pueden ha cer ya nada por su liberación. Considera los suplicios que padecen.

   II. La justicia te obliga a socorrer a tus padres. que te dejaron tantos bienes; la amistad exige que alivies a tus amigos en su abandono cruel; el agradecimiento te impone la obligación de orar por tus bienhechores; y la caridad. que exige que ames a tu prójimo como a ti mismo, te impone el deber de aliviar a esas almas, como quisieras que se te aliviasen si estuvieras en su lugar. Escucha las quejas que te dirigen.

   III. Si ayudas con tus buenas obras a estas santas almas. Dios hará de modo que contigo se haga otro tanto después de tu muerte. Con todo no te fíes en este auxilio; haz provisión de buenas obras antes de partir de este mundo; lleva tu rescate con tigo y pronto estarás libre; haz penitencia en esta vida. ¡Ah! mucho más dulce es lavar los pecados con las lágrimas de la penitencia. que expiarlos en las llamas del purgatorio.

La caridad
Orad por los prisioneros.

ORACIÓN   

   Señor, que habéis dado al bienaventurado Ramón, vuestro confesor, un celo admirable por la redención de los fieles cautivos de los bárbaros, concedednos por su intercesión que, libres de las cadenas de nuestros pecados, cumplamos con perfecta libertad de espíritu todo lo que os sea más agradable. Por J. C. N. S. Amén.

SANTO DOMINGUITO DEL VAL, Monaguillo y Mártir


31 de agosto

SANTO DOMINGUITO DEL VAL, 
 Monaguillo y Mártir
 (+ 1250)

Niño monaguillo de la Seo de Zaragoza, 
fue crucificado por los judíos en odio de la fe,
para sacarle la sangre y sorberla en
el rito nefando de su Pascua.
(Misal - Propio de España 31 de Agosto)


   Dominguito del Val nació en Zaragoza, la ciudad de la Virgen y de los Innumerables Mártires, el año 1243. Era rey de Aragón Jaime el Conquistador, vicario de Cristo en Roma, Inocencio IV, y obispo de Zaragoza, Arnaldo de Peralta. Media España estaba bajo el dominio de los moros y en cada pecho español se albergaba un cruzado.
   Los padres de Dominguito se llamaban Sancho del Val e Isabel Sancho. Su madre era de pura cepa zaragozana, y su padre, de origen francés. El abuelo paterno había sido un esforzado guerrero a las órdenes del rey don Alfonso el Batallador. A su lado estuvo en el asedio de Zaragoza, que fue duro y prolongado. Todos los cruzados franceses se marcharon a sus casas; todos, menos uno. "Fue nuestro antepasado -decía Sancho del Val a su hijo, siempre que le contaba la historia-. El señor del Val, hijo de la fuerte Bretaña, sufrió inquebrantable el hambre y la sed, los hielos del invierno y los fuegos del verano, las vigilias prolongadas y los golpes de las armas enemigas. Y al rendirse la ciudad, el rey le hizo rico y noble, igualándole con los españoles más ilustres".

   Sancho del Val no siguió a su padre por el camino de las armas. Prefirió las letras. Fue tabelión o notario y su firma quedó estampada en las actas de las Cortes de Aragón, al lado de las firmas de condes y obispos.

   Dios bendijo la unión de Sancho e Isabel dándoles un hijo que iba a ser mártir y modelo de todos los niños y, de un modo especial, de los monaguillos. Porque Santo Dominguito del Val es el patrono de los monaguillos y niños de coro. El fue infantico de la catedral de Zaragoza, vistió con garbo la sotanilla roja y repiqueteó con gusto la campanilla en los días de fiesta grande. La imagen que todos hemos visto de este tierno niño nos lo representa con las vestiduras de monaguillo. Clavado en la pared con su hermosa sotana y amplio roquete. La mirada hacia el cielo y unos surcos de sangre goteando de sus pies y manos. Una estampa de dolor ciertamente, pero, también, de valentía superior a las fuerzas de un niño de pocos años. Las nobles condiciones, especialmente su piedad, que se advertían en el niño según crecía, indujeron a los padres a dedicarlo al santuario, al sacerdocio. Cuando fue mayorcito lo enviaron a la catedral. Entonces la catedral era la casa de Dios y, al mismo tiempo, escuela. Todas las mañanas, al salir el sol, hacía Dominguito el camino que separaba el barrio de San Miguel de la Seo. Una vez allí, lo primero que hacía era ayudar a misa y cantar en el coro las alabanzas de Dios y a la Virgen.

   Cumplido fielmente su oficio de monaguillo, bajaba al claustro de la catedral a empezar la tarea escolar. Con el capiscol o maestro de canto ensayaban los himnos, salmos y antífonas del oficio divino. La historia y la tradición nos presentan a nuestro Santo especialmente aficionado y dotado para el canto. Por algo es el patrono de los niños de coro y seises.

   La tarea escolar incluía más cosas. Había que aprender a leer, a contar, a escribir. Los pequeños dedos se iban acostumbrando a hacer garabatos sobre las tablillas apoyadas en las rodillas. La voz del maestro se oía potente y, al acabar, las cabecitas de los pequeños escolares se inclinaban rápidamente para escribir en los viejos pergaminos lo que acababan de oír. Así un día y otro día. Al atardecer volvía a casa. Un beso a los padres, y luego a contarles lo que había aprendido aquel día y las peripecias de los compañeros.

   Uno se resiste a creer la historia que voy a contar. Es increíble que haya hombres tan malos. Sin embargo, parece que la substancia del hecho es verdad.

   Los judíos solían amasar los alimentos de su cena pascual con sangre de niños cristianos. La historia nos ha conservado los nombres de estas víctimas inocentes: Simón de Livolés, Ricardo de Norwick, el Niño de la Guardia y Santo Dominguito del Val. "Oyemos decir -escribía el rey Alfonso el Sabio, en aquellos mismos días de Santo Dominguito del Val- que los judíos ficieron, et facem el día de Viernes Santo remembranza de la pasión de Nuestro Señor, furtando los niños et poniéndolos en la cruz, et faciendo imágenes de cera et crucificándolas, cuando los niños no pueden haber."

   Los judíos eran por entonces muchos y poderosos en Zaragoza. En la sinagoga se había recordado "que al que presentase un niño cristiano sería eximido de penas y tributos". Y un sábado al terminar de explicar la Ley el rabino, dijo: "Necesitamos sangre cristiana. Si celebramos sin ella la fiesta de la Pascua, Jehová podrá echarnos en cara nuestra negligencia".

   Estas palabras fueron bien recogidas por Mosé Albayucet, un usurero de cara apergaminada y nariz ganchuda. Por su frente arrugada pasó una idea negra. Pensó en aquel niño que todos los días al oscurecer pasaba delante de su tienda. Este niño era Dominguito del Val, que volvía de la catedral a casa. A veces solo y otras con un grupo de compañeros. Con frecuencia, al cruzar el barrio judío, de tiendas obscuras y estrechas callejuelas, cantaban himnos en honor del Señor y su Santísima Madre. Seguramente los que acababan de ensayar con el capiscol de la catedral.

   Más de una vez los había oído Mosé Albayucet y, desde la puerta de su tienda, los había amenazado con su mano. Le pareció la ocasión oportuna y prometió a sus compañeros de secta que aquel año iban a tener sangre de niño cristiano para la Pascua y bien reciente.

   Era el miércoles 31 de agosto de 1250. El atardecer se hacía más obscuro en las estrechas callejuelas del barrio judío por donde pasaba Dominguito camino de su casa. De repente, y antes de pensarlo o poder lanzar un grito, nota que algo se le echa encima. Son las manos de Mosé Albayucet que le cubren el rostro con un manto. Le amordaza bien la boca para que no pueda gritar y le mete de momento en su casa. Las garras de la maldad acaban de hacer su presa.

   Aquella misma noche es trasladado el inocente niño a la casa de uno de los rabinos principales. Allí están los príncipes de la sinagoga. Dominguito tiembla de miedo ante aquellos rostros astutos y malvados. Sus manos aprietan la cruz que pende de su pecho.

   -Querido niño -le dice una voz zalamera-, no queremos hacerte mal ninguno; pero si quieres salir de aquí tienes que pisar ese Cristo.

   -Eso nunca -dice el niño-. Es mi Dios. No, no y mil veces no.

   -Acabemos pronto -dicen aquellos malvados ante la firmeza del niño.

   Va a repetirse la escena del Calvario. Uno acerca las escaleras que apoya sobre la pared; otro presenta el martillo y los clavos, y no falta quien coloca en la rubia cabellera del niño una corona de zarzas, así el parecido con la crucifixión de Cristo será mayor.

   Con gran sobriedad de palabras refieren las Actas del martirio lo que sucedió:

   "Arrimáronle a una pared, renovando furiosos en él la pasión del divino Redentor; crucificáronle, horadando con algunos clavos sus manos y pies; abriéronle el costado con una lanza, y cuando hubo expirado, para que no se descubriese tan enorme maldad, lo envolvieron y ataron en un lío y lo enterraron en la orilla del Ebro en el silencio de la noche."

   Todos nos imaginamos fácilmente los espasmos de dolor que estremecerían aquellos músculos delicados de niño. Abrieron sus venas para recoger en unos vasos preparados su sangre. Sangre inocente que iba a ser el jugo con que amasasen los panes ácimos de la Pascua.

   Una vez muerto cortaron sus manos y cabeza, que arrojaron a un pozo de la casa donde había tenido lugar el horrendo crimen. Su cuerpo mutilado fue llevado, como dicen las Actas, a orillas del Ebro. Allí sería más difícil encontrarlo.

   Los judíos se retiraron a sus casas contentos de haber hecho un gran servicio a Dios. La Seo había perdido a su mejor monaguillo y el cielo había ganado un ángel más. Todo esto ocurría la noche del 31 de agosto de 1250.

   Dios tenía preparado su día de triunfo, su mañana de resurrección, para Dominguito del Val.

   Mientras en la casa del notario Sancho del Val se oían gemidos de dolor, una extraña aureola aparecía en la ribera del Ebro. Los guardas del puente de barcas echado sobre el río habían visto con asombro durante varios días el mismo acontecimiento. La noticia recorre toda Zaragoza.

   Algunas autoridades y un grupo de clérigos se dirigen hacia el lugar de la luz misteriosa. Allí hay un pequeño trozo de tierra recientemente removida. Se escarba y, metido en un saco, aparece un bulto sanguinolento. Se comprueba que es el cuerpo mutilado de Dominguito. Una ola de dolor e indignación invade la ciudad de punta a punta.

   La cabeza y las manos aparecen, también, de una manera milagrosa. Aunque aquí la historia no concuerda. Según una versión, un perrazo negro gime lastimeramente, y sin que nadie le pueda espantar, al borde del pozo a que fueron arrojados los miembros del niño mártir. Es el perro del notario Sancho del Val. Se agota el agua y en el fondo aparecen las manos y cabeza de Dominguito. Otra versión dice que las aguas del pozo se llenaron de resplandeciente luz, que crecieron y desbordadas mostraron el tesoro que guardaban en el fondo. Pronto se supo toda la verdad del hecho. El mismo Albayucet lo iba diciendo: "Sí, yo he sido. Matadme, me es igual; la mirada del muerto me persigue, y el sueño ha huido de mis ojos". El santo niño había de conseguir el arrepentimiento para su asesino. Bautizado y arrepentido, Albayucet subirá tranquilo a la horca.

   "Divulgado el suceso -escribe fray Lamberto de Zaragoza-, y obrados por el divino poder muchos milagros, el obispo Arnaldo dispuso una procesión general, a la que asistió con todo el clero la ciudad, la nobleza, la tropa y la plebe, todos con velas blancas, y llevaron el santo cuerpo por todas las iglesias y calles de la ciudad, hasta por la puerta Cineja, mostrándolo a todos y haciendo ver en él las llagas de las manos y pies y costado."

   Hoy mismo es muy viva la devoción que Zaragoza siente por su glorioso mártir. Su fiesta está incluida entre las de primera clase y los niños de coro de La Seo y del Pilar le festejan como Santo patrono. Desde los días del martirio existe la cofradía de Santo Dominguito. El rey Jaime I de Aragón tuvo a honor ser inscrito en ella.

   Sus restos mortales se conservan en una capilla de la catedral en hermosa urna de alabastro. Sobre la urna un ángel sostiene esta leyenda: "Aquí yace el bienaventurado niño Domingo del Val, mártir por el nombre de Cristo".

 MARCOS MARTÍNEZ DE VADILLO   

SAN AIDANO, Obispo de Lindsfarne


31de agosto 


SAN AIDANO, 
Obispo de Lindsfarne



El corazón lleno de amor ama
los mandamientos, y cuanto más
difíciles son, los encuentra más
dulces y agradables, porque complacen
más al Amado y le dan más honor 
(San Francisco de Sales)

   Aidano era originario de Irlanda. Era monje en el monasterio de Iona, fue invitado por los anglosajones, por requerimiento del rey San Osvaldo, a predicar.

   Estableció su sede en Lindisfarne, una pequeña isla en la que se construyó uno de los monasterios más famosos del  medioevo, luego destruido por los vikingos.

   Este monasterio dio origen a las iglesias de Northumbría de Tyne en Edimburgo. Su apostolado se caracterizó por varios hechos milagrosos que favorecieron el establecimiento del catolicismo entre los anglosajones.

   San Aidano murió el 31 de agosto de 651 en Bebbord (Bamburgh).

SAN JUVENAL ANCINA, Obispo de Salzburgo


31 de agosto



SAN
JUVENAL 
ANCINA, 
Obispo de Salzburgo



   El Beato Juvenal Ancina nació en Fossano una pequeña ciudad en Piamonte, el 19 de Octubre de 1545. Sus padres lo bautizaron con el nombre de  "Juvenal",  no en honor del poeta romano, sino en honor del Patrono local a quien quisieron agradecer la vida del niño, que había estado en peligro al nacer. San Juvenal, el Patrón de Fossano, había sido médico, sacerdote y obispo. El pequeño Juvenal no solo llegaría ser todo eso sino que, como el Patrón, también santo.

   Dado que la familia Ancina gozaba de buena situación económica, tanto Juvenal como su hermano menor, Juan Mateo, que también sería sacerdote del Oratorio, tuvieron una esmerada educación.

   Jouvenal estudió en Montpellier, Padua, Mondovì y Turin, y se graduó en  medicina y filosofía, doctorándose en ambas. Contando solamente veinticuatro años, fue profesor de medicina en la Universidad de Turin.

   Hombre de gran cultura, era muy devoto y veía en su profesión un modo de expandir la Fe  tanto en su actitud para con sus pacientes como en sus enseñanzas. Dándose cuenta de que el cuidado de las almas es más importante que el del cuerpo, siempre urgía a los enfermos para que acudieran a un sacerdote, antes de empezar su tratamiento. Como recreación, Juvenal escuchaba música, componía versos latinos y jugaba al ajedrez. Pertenecía a una hermandad religiosa y estudiaba teología por sus propios medios, aunque parece que puede haber tenido alguna asociación con los Agustinos. Tal era la vida que llevaba, cuando en una Misa de Requiem en el monasterio agustino, las palabras del Dies Irae lo llenaron de terror hacia el juzgamiento. Durante el regreso a su casa, las palabras del Profeta  Sofonías lo atormentaban: "Cerca está el día del Señor; próximo está y llega con suma velocidad. Es tan amarga la voz del día del Señor que lanzarán gritos de angustia hasta los valientes". Pese a que él había llevado una vida objetivamente sin culpas, se dio cuenta de que podía emplear mejor los magníficos talentos que Dios le había dado. Ese mismo día resolvió abandonar cualquier pequeña vanidad a la cual hubiera cedido y dedicarse a seguir solamente los designios de Dios. Se aplicó a la oración y a las lecturas espirituales para determinar qué era lo que Dios quería de el.

   En 1574 se le pidió que acompañara a Roma, como médico personal,  al embajador del Duque de Savoya. Llegó a la ciudad al año siguiente, descubriendo que tenía mucho tiempo libre, decidió sacar provecho de esa situación y empezó a estudiar Teología nada menos que con el que después sería San  Roberto Bellarmino.

   Ya llevaba más de un año en Roma cuando visitó la recién establecida Congregación del Oratorio. Obviamente conmovido por la misma, empezó a asistir a los ejercicios diarios. Escribió sobre esto en una de las tantas cartas  que le envió a su hermano, Juan Mateo:

Hace algunos días, tomé una nueva costumbre, por las tardes he estado frecuentando el Oratorio de San Juan de Fiorentini, donde todos los días se dan hermosas conferencias sobre el Evangelio, virtudes y vicios, historia, historia eclesiástica, y vidas de santos. Todos los días son tres o cuatro los que oradores, y la audiencia incluye obispos, prelados, y otros hombres distinguidos... Los que predican son personas muy versadas en teología, y de vidas edificantes, y gran espiritualidad.  a su cabeza está un cierto Reverendo Felipe, ahora un hombre de ya sesenta años, pero estupendo en varios aspectos, especialmente por su santidad de vida, su admirable prudencia, y su ingenuidad en idear y promover ejercicios espirituales.
   También escribió que Felipe tenía gran reputación de saber descubrir vocaciones religiosas y que le iba a consultar sobre el plan que ambos tenían (él y su hermano Juan Mateo), de entrar en los Cartujos, Ambos hermanos estaban muy impresionados por un exitoso abogado de Turín que había abandonado todo para entrar en los Cartujos y habían decidido hacer lo mismo.  San Felipe, disuadió a los hermanos de llevar a cabo este plan y después de examinar durante algún tiempo a Juvenal para comprobar su sinceridad, sugirió para ellos el Oratorio. Ambos fueron aceptados el 1º de octubre de  1578.  

   Cuatro años más tarde, Juvenal fue ordenado, y en 1586, fue enviado a Nápoles para ayudar a la reciente fundación del Oratorio hecha en esa ciudad. Allí, se dedicó a diferentes actividades. Rápidamente se ganó la reputación de buen predicador. También hizo uso de sus talentos musicales para hacer crecer la piedad popular -especialmente recordada es su 'Tempio Armonico della Beatissima Vergine', una colección de canciones espirituales para tres, cinco, ocho y doce voces. Debemos mencionar que estas canciones nunca fueron parte de la liturgia, pues Juvenal, con toda razón, pensaba que la música sagrada hacía la liturgia más solemne y hermosa. También ayudó a llevar a cabo en Nápoles muchos emprendimientos culturales e involucró en el trabajo del Oratorio a muchas familias de la alta aristocracia. A través del 'Oratorio dei Principi' consiguió introducir las normas de vida católicas en muchas familias influyentes. En el otoño de 1596 Juvenal fue llamado a Rome, donde el Papa Clemente VIII le dijo que había decidido nombrarlo Obispo de Saluzzo, en el norte de Italia, en donde la invasión de herejes se había convertido en gran causa de preocupación. Juvenal no estaba del todo convencido de aceptar el nombramiento, y no lo hizo hasta agosto de 1602: tomó posesión de su Diócesis el 6 de marzo de 1603.

    El tiempo que estuvo en este cargo fue muy corto, pues murió -se supone que envenenado-, el 30 de agosto de 1604. En su agonía, repetía continuamente: "Dulces Jesús y María, dad paz a mi alma".

    Su breve epicopado, sin embargo, fue fructífero, y se caracterizó por varias iniciativas dirigidas a ayudar a sus fieles a crecer en piedad y caridad. Al mes de haberse hecho cargo de la Diócesis, comenzó el trabajo de reformar las vidas tanto del clero como de los laicos.  Buscando combatir la herejía,  convocó un Sínodo para implementar los decretos del Concilio de Trento, anunció la fundación de un Seminario, y organizó devociones para incrementar la adoración al Santísimo Sacramento. También puso gran énfasis en inculcar la fe en las enseñanzas de la Iglesia  e introdujo el uso del catecismo. Prontamente la gente lo tuvo en gran estima incluso su inmediato vecino, el Obispo de Ginebra, Francisco de Sales, quien apreciaba su humilde y pacífico carácter.

   San juvenal fue el único santo canonizado del Oratorio que conoció personalmente a San Felipe

    El cuerpo de San juvenal descansa en la Catedral de Saluzzo, bajo un altar dedicado a él. Fue beatificado por el Papa León XIII el 9 de febrero d1890.

jueves, 30 de agosto de 2012

SANTA ROSA DE LIMA PATRONA PRINCIPAL DE IBEROAMÉRICA


30 de agosto



SANTA ROSA 
DE LIMA 
 PATRONA PRINCIPAL  DE  
IBEROAMÉRICA


Una virgen se ocupa de las cosas del Señor, 
a fin de ser santa de cuerpo y alma.
(1 Corintios, 7, 34).

   
   Rosa de Santa María, (1586-1617) llamada así por la virginal hermosura de su rostro, pues su nombre de pila era Isabel, fue la primera flor de santidad que produjo la América española. Nació en Lima, Perú, de padres de origen español y modestos de condición.  Desde su más tierna edad, Rosa experimentaba una atracción cada día más desbordante hacia la santidad, la virginidad, la devoción, el amor al retiro, un extraordinario espíritu de penitencia. Sus padres deseaban un ventajoso matrimonio dada la belleza de su hija, pues verdaderamente era deslumbrante. Con ese fin, le hacían frecuentar fiestas y banquetes para llamar la atención de los jóvenes más ricos de la ciudad. Rosa obedecía pero sabía sacar provecho de estas fiestas. Debajo de su diadema de rosas colocaba un casquete con pinchos, en forma de corona de espinas. Y bajo sus vistosos vestidos colocaba cilicios y otros instrumentos para macerar su cuerpo. En 1616, a los 24 años, vistió el hábito negro y blanco de la Tercera Orden de Sto. Domingo. Desde entonces todavía progresó más a pasos agigantados por el camino de la perfección. Aseveró su confesor que, "Jamás, ni de día ni de noche, perdía la presencia de Dios en su corazón y que su alma nunca fue mancillada por el pecado venial". El Señor le concedió la gracia de repetir en sí misma los atroces dolores de la Pasión de Cristo. En medio del dolor gritaba: "Aumentadme el dolor, Pero, dios mío, dadme paciencia". Murió el 24 de agosto de 1617 a la edad de 31 años, admirada en toda Lima y querida ya en todo Perú. El Papa Clemente X la canonizó en 1671, siendo la primera santa americana que llegó a los altares. En la Argentina ha sido establecido este día "como Fiesta nacional de Acción de gracias a la divina Providencia, por los beneficios conferidos a la Nación".


MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SANTA ROSA

   I. Trata al menos de encontrar todos los días un momento libre para dedicarte, en la soledad, a la meditación y a la oración. Ama a tus padres por Dios, y los servicios que les hagas, figúrate que los haces al mismo Jesús. Así pensarás en El sin cesar.

   II. San Agustín, hablando de Cristo y de la Iglesia, su Esposa inmortal, dice que son dos en una sola y misma pasión. Así debe ser en cuanto a la unión del alma con Jesucristo. Para agradar al Esposo, es menester hacerse semejante a Él; por eso Santa Rosa practica las penitencias más rigurosas, y lleva en la cabeza un aro de hierro con agudas puntas en su parte interior, semejante a la corona de espinas. Para gozar de los castos abrazos del Esposo, se debe despreciar la propia carne. (San Jerónimo)

   III. Sacrificar la carne y sus concupiscencias, es poco todavía. Mira a Santa Rosa. Ya la pruebe la enfermedad, ya Dios le retire sus consolaciones, a todo se resigna. Lo único que pide a su Esposo, es que aumente su amor en proporción a los sufrimientos que padece. ¡En cambio nosotros nos impacientamos ante la menor contrariedad, nos abatimos ante la menor prueba! Avergoncémonos de nuestra cobardía y adoptemos la resolución de sufrir, por lo menos con paciencia, los males que no podemos evitar. Estáis prometidos a Cristo, le habéis consagrado vuestra voluntad. (Tertuliano)

El desprecio de los placeres
Orad por las vírgenes consagradas a Dios.

ORACIÓN

   Oh Dios poderoso, dispensador de todos los bienes, que habéis provisto a la bienaventurada Rosa con el rocío de la gracia celestial, y que la habéis hecho brillar en América con el fulgor de la virginidad y de la paciencia, concedednos la gracia a nosotros servidores vuestros, de correr tras el olor de sus perfumes, y merecer así llegar a ser un día el buen olor de vuestro Hijo, que, con Vos y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

SANTOS FÉLIX Y ADAUCTO, Mártires


30 de agosto 


SANTOS FÉLIX 
Y ADAUCTO, 
Mártires



   La historia de los santos Félix y  Adaucto parece interesarse más en la arqueología que en la devoción. Después de su martirio, que probablemente tuvo lugar durante la persecución de Diocleciano a comienzos del siglo IV, fueron sepultados en una cripta del cementerio de Comodilla, en la calle de las Siete Iglesias, no muy lejos de la basílica de San Pablo extra muros. La cripta fue transformada por el Papa Siricio en basílica, sucesivamente ampliada y decorada con frescos de los Papas Juan I y León III. También se convirtió en meta de peregrinos y devotos. Al final del medioevo, catacumbas y santuarios subterráneos cayeron in el olvido o fueron desbastados. El cementerio de Comodilla y la tumba de Félix y Adaucto se descubiertarieron en 1720, pero la satisfacción de este hallazgo duró poco, porque algunos días después la cúpula de la pequeña basílica subterránea se vino abajo. La tumba cayó nuevamente en el olvido, hasta que en 1903, la basílica fue definitivamente restaurada. Se recuperó uno de los más antiguos frescos paleocristianos, en el cual está representado San Pedro que recibe las llaves en presencia de los Santos Esteban, Pablo, Félix y Adaucto.

   Según el autor de una legendaria Pasión escrita en el siglo  VII, cuando el culto de estos santos aún estaba floreciente, Félix era un presbítero romano, condenado a muerte durante la persecución de Diocleciano. Mientras era conducido al lugar de la ejecución, en el camino que lleva a Ostia, de la multitud de curiosos y de compañeros de Fe, se destacó un desconocido, que salió al encuentro del condenado. Al lado de los soldados encargados de la ejecución, proclamó con voz firme su cristianismo y su voluntad de correr la misma suerte que el presbítero Félix. Se le escuchó sin ninguna indulgencia. Después de haber  cortado la cabeza a Félix, con la misma espada decapitaron al audaz, que había osado desafiar al emperador. Pero ¿quién era ese? Ninguno de los presentes conocía su identidad, y simplemente fue llamado "adauctus", (agregado), de ahí el nombre de Adaucto, "eo quod sancto Felici auctus sit ad coronam martyrii".

   El episodio permaneció vivo en la historia de la Iglesia, que asoció a los dos mártires en una única conmemoración, hasta el punto que algunas fuentes los señalan como hermanos. La noticia más antigua sobre los dos mártires se remonta a un escrito del Papa Dámaso, en el cual elogia al presbítero Vero por haber decorado el sepulcro. La difusión en la Europa septentrional del culto a estos dos santos, debe su origen a que el Papa León IV donó algunos fragmentos de sus reliquias a la mujer de Lotario, Ermengarda.

SAN PAMAQUIO, Senador Romano


30 de agosto 


SAN PAMAQUIO, 
Senador Romano



Dios os salve, María, Madre de Dios. En Vos está
y estuvo todo la plenitud de la gracia y todo bien.
(San Francisco de Asís)   

   San Pamaquio era senador romano, y presumiblemente un hombre felizmente casado (era yerno de Santa Paula) edificó un hospicio en el que atendía personalmente a los peregrinos que venían a Roma.

   Cuando Joviniano(1) empezó a esparcir sus errores, San Pamaquio, junto con otros hombres piadosos de Antioquía, se escandalizaron y enviaron los escritos de Joviniano a San Jerónimo. Éste, como respuesta, escribió dos libros contra aquél en el año de 393. En el primero, demostraba las excelencias de la virginidad cuando se practicaba por amor a la virtud, lo que había sido negado por Joviniano, y en el segundo atacó los otros errores. Los tratados fueron escritos con el estilo recio, característico de Jerónimo, y algunas de sus expresiones les parecieron a las gentes de Roma demasiado duras y denigrantes para la dignidad del matrimonio. San Pamaquio y otros con él, se sintieron ofendidos y así se lo notificaron a Jerónimo; entonces, éste escribió la Apología a Pamaquio, conocida también corno el tercer libro contra Joviniano.

SAN FANTINO, Ermitaño


30 de agosto 



SAN FANTINO, 
Ermitaño



   San Fantino el joven, nació en una localidad de Calabria muy cerca de Sicilia, en el 927. Sus padres fueron Jorge y Vriena, de muy buena posición y dotados de grandes virtudes. Según relatos de esa época, el pequeño fue ofrecido al Señor en la iglesia de San Fantino el Viejo y a los ocho años le fue confiado a San Elias Speleota en la gruta de Melicucá para que lo preparara para la vida monástica. Después de haber seguido durante cinco años las enseñanzas de San Elías, recibe de sus manos el hábito de novicio, y permanece en Melicucá veinte años, hasta la muerte del santo, ejerciendo primero humildes tareas y luego la custodia de la iglesia.

   Trasferido a la región de Mercurion transcurren dieciocho años de vida eremítica dedicándose a la plegaria y a la penitencia y luchando contra las frecuentes insidias del demonio. Después del largo tiempo pasado en la soledad, volvió a la vida cenobítica y fundó un monasterio femenino en el cual fueron acogidas su madre y su hermana  Catalina. A esta fundación, siguió la de los monasterios masculinos, en uno de los cuales  entraron su padre y sus hermanos Lucas y Cosme.

   Sintiendo el vivo deseo de volver a la vida eremítica dejó la dirección del monasterio más grande a su hermano Lucas y se retiró a un lugar solitario y salvaje. Desde su nueva morada, de tanto en tanto iba a visitar a sus nuevos discípulos, los monjes Juan, Zacarías, Nicodemo y Nilo, y  pasaba parte del tiempo transcribiendo códices.

   Retomada la vida cenobítica, el Santo siguió viviendo en el espíritu de penitencia.

   Por su intervención se produjeron algunos hechos prodigiosos. Una osa que desbastaba los alrededores del monasterio, con una sola señal de la mano del santo, se alejó definitivamente.

   Como la gente afluía en masa y no le permitía gozar de la soledad, se retiró al santuario de San Miguel en Gargano.

   Una noche, después de recitar el oficio, tuvo una terrible visión que no quiso comunicar a sus monjes porque eran "cosas absolutamente indescriptibles". Después, "quitándose el sayo, anduvo casi desnudo por el monte", donde "permaneció sin beber, y sin comer durante veinte días seguidos". Continuando su vida de soledad y penitencia,  "se nutre durante cuatro años, solamente con las hierbas de la selva ". Cuando los monjes lo encontraron y lo llevaron a la fuerza al monasterio quería regresar "allá en donde se hallaba, prefiriendo las fieras a los hombres".

   En el monasterio, San Fantino fue visitado por San Nilo, que le contó una visión de ángeles resplandecientes y de demonios, que lo llenó "de temor y horror". Finalmente, transportado a "una región resplandeciente de luces", sintió "un himno inefable, incesante, del cual no podía saciarse" y vio aparecer "un fuego extraordinario", que lo llenó "de divino furor". Seguía la vista del infierno, "lleno de humo maloliente, privado de luz", poblado de condenados  que "suspiraban desde lo profundo con infinitos lamentos". Transportado después "a un lugar esplendoroso  y eterno" tuvo la visión de los santos y el encuentro con sus padres. Vuelto en sí, el Santo experimentó "un total desapego de las cosas del mundo".

   De la vida de San Nilo se recaban numerosos detalles de la de San Fantino. Un particular afecto, inspirado en la santidad y en la caridad fraterna, del cual era correspondido con filial amor, ligaba a San Fantino con San Nilo. Parecía verse en ellos la misma unión de espíritus que había unido a los Apóstoles Pedro y Pablo y a los santos Basilio y Jorge.

   Habiendo sentido San Fantino, que San Nilo estaba afectado por un grave mal a la garganta, fue a visitarlo a su gruta y lo persuadió a seguirlo al monasterio para prodigarle los cuidados necesarios. En otra ocasión, estando San Nilo, sufriendo mucho por las persecuciones a las que lo sometía el demonio y que le habían causado la parálisis del lado derecho del cuerpo, fue invitado por San Fantino a leer durante la vigilia nocturna que precedía la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo el elogio en verso escrito en su honor por San Juan Damasceno. Durante la lectura el mal se fue pasando poco a poco hasta desaparecer.

   Un día San Fantino le contó a San Nilo una visión suya. Había visto los monasterios convertidos en establos para animales y entregados a las llamas y los libros arrojados al agua quedando inservibles. El Santo tuvo la visión de la futura suerte de los monasterios que serían destruidos no solamente por las incursiones de los sarracenos, sino también por "el general decaimiento de la virtud y el relajamiento de la disciplina".

   Respondiendo a una inspiración que lo impulsaba a abandonar la Calabria, a la edad de sesenta años con sus discípulos Vital y Nicéforo, se embarcó de para Grecia. Durante el viaje llegó a faltar el agua para los pasajeros, el Santo hizo llenar todos los recipientes con agua de mar y después de su bendición quedó transformada en agua potable.

   Llegado a Corinto, viajó a Atenas para visitar el templo de la Madre de Dios. Luego fue a Larisa, donde visitó largamente el sepulcro del mártir San Aquiles. Yendo a Tesalónica, se quedó cuatro meses en el monasterio del santo mártir Mena. Dejando después ese cenobio se fue a vivir fuera de la ciudad.

   En Tesalónica, después de haber recitado "la extraordinaria plegaria de Felipe de Agira", curó milagrosamente a un enfermo de nombre Antipa. Un día, mientras se acercaba al templo de la santa mártir Anisia, se encuentra con los santos monjes del Athos, Atanasio y Pablo, que iluminaban "la soledad como un faro" y glorifica a Dios por aquel encuentro.

   San Fantino en Tesalonica hizo algunos prodigios y grandes obras de caridad. Curó a una mujer poniéndole barro sobre los ojos enfermos. Un hombre afligido por cefaleas y mal de muelas, obtiene de improviso la curación. Un moribundo recobró totalmente la salud después de besar la túnica del santo.
   San Fantino murió alrededor del año 1000, después de haber abrazado y bendecido a los monjes que lo asistían. Fue sepultado can gran solemnidad. En la biografía del santo se narran una serie de milagros obtenidos por su intersección después de su muerte.

   Una imagen de San Fantino con hábito monacal es venerada en San Lorenzo, en la diócesis de Reggio-Bova y en Lubrichi, en la diócesis Oppido Mamertina Palmi.

miércoles, 29 de agosto de 2012

LA DEGOLLACIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA


29 de agosto 



LA DEGOLLACIÓN DE
 SAN JUAN BAUTISTA



Herodes, enviando un alabardero, ordenó traer
la cabeza de Juan en una bandeja.
(Marcos, 6, 27).


   San Juan Bautista había dejado el desierto para amonestar a Herodes que no le era lícito tener como esposa a Herodías, la mujer de su hermano. Irritado el tirano de su audacia, lo hizo arrojar en una prisión. Un día, mientras daba un festín, la hija de Herodías danzó en presencia de los convidados con tanta gracia, que Herodes le prometió concederle todo lo que le pidiese. Pidió ella la cabeza de Juan Bautista. Un soldado, enviado a la prisión, cortó la cabeza al Precursor y la trajo en una bandeja, como si fuese el último plato de este fúnebre festín.


  MEDITACIÓN
SOBRE SAN JUAN, MÁRTIR
DE LA CASTIDAD, DE LA CARIDAD
y DE LA VERDAD

   I. San Juan vivió y murió de la castidad. Para conservar esta virtud angelical, dejó, a edad tierna, la casa de su padre, y se retiró al desierto, donde sujetó su cuerpo mediante continuas austeridades. Si comprendieses tú la belleza de esta virtud, la amarías e imitarías a San Juan. Pero, para conservar la castidad hay que huir del mundo, amar la soledad, practicar la mortificación. Si no puedes morir mártir de la castidad como San Juan, vive como él en inviolable castidad. Algo más grande es vivir en la castidad que morir por ella. (Tertuliano).

   II. San Juan fue también mártir de la caridad. El celo que tenía por la salvación de las almas le hizo dejar la soledad, puesta la mira en convertir a Herodes. ¡Cuán feliz serías tú si pudieses, como el santo precursor, derramar tu sangre por la salvación del prójimo! Si no puedes imitarle, reza al menos por los pecadores, exhórtalos a penitencia, haz abundantes limosnas para obtener su conversión.

   III. San Juan fue también mártir de la verdad: reprochó intrépidamente a Herodes sus escandalosos desórdenes, y prefirió morir antes que traicionar la verdad. Aunque tuvieses que perder la vida nunca debes disfrazar tus sentimientos, ni tolerar el vicio por cobarde complacencia cuando tu deber sea corregirlo. Los hombres aman la verdad cuando ella los halaga, pero sienten aversión por ella cuando les reprende sus defectos. (San Agustín).

La castidad
Orad por las vírgenes.

ORACIÓN   

   Haced, os lo suplicamos, Señor, que la piadosa solemnidad del bienaventurado Juan Bautista, vuestro precursor y mártir, nos obtenga gracias eficaces de salvación. Vos que, siendo Dios, vivís y reináis en unidad con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

SANTA SABINA, Mártir


29 de agosto


SANTA SABINA, 
Mártir



   Santa Sabina es una mártir del siglo III. Se supone que fue convertida al cristianismo por su sirvienta Serafia, de origen sirio. Durante la persecución del Emperador Adriano, Serapia sufrió el martirio por su Fe. Se cree que Santa Sabina fue asesinada cerca de un mes más tarde. Fue denunciada como cristiana al prefecto Helpidius. “Cristo es mi Dios, sólo a él sirvo y adoro” respondió cuando fue interrogada. Esta valiente confesión de fe, obtuvo para ella la palma del martirio. La decapitaron  y confiscaron sus bienes. La enterraron en en Roma, en la tumba que ella misma había hecho hacer para enterrar a su querida sirvienta Serafia. En 425 fue edificada una iglesia en el Monte Aventino, lugar en donde habían sido martirizadas las dos santas mujeres. En el siglo XIII,  el Papa Honorio III entregó la iglesia de Santa Sabina a la Orden de Santo Domingo y todavía hoy allí son venerados los cuerpos de las dos santas mártires que se encuentran debajo del altar mayor. En estos tiempos en que nuestra Fe es ridiculizada e ignorada, tomemos ejemplo de tantos mártires que, como Sabina, entregaron sus vidas sufriendo terribles tormentos por defender y sustentar  su condición de cristianos.

   También se venera a santa Sabina en la comunidad parroquial  de la iglesia de Trigoso,  antigua ciudad en las cercanías del Sestri Levante,  en donde se la la invoca y se la festeja como patrona, solicitando, con humilde y devoto afecto, su protección sobre las familias y la parroquia. Se le pide obtener del Señor, el don de la oración, la vigilancia, la mortificación y la firmeza y perseverancia en la fe y en el bien, a imitación de su vida que estuvo signada por una total pertenencia a Dios. A ella está dedicado uno de los cinco altares, de estilo barroco genovés, de la parroquia.

   Que Santa Sabina pueda indicar a todos la vía de salvación que solamente se encuentra en Cristo y en el martirio cotidiano, que no es precisamente el recibido por la Santa, pero sí el saber aceptar no solamente nuestras debilidades, límites e imperfecciones, sino sobre todo acomodar nuestra vida no a nuestros deseos, de vivir cómodamente y sin problemas sino aceptando la voluntad de Dios. Jesús nos dijo que quien quiera llegar al cielo, debe tomar su propia cruz y seguirlo.

martes, 28 de agosto de 2012

SAN AGUSTÍN, Obispo, Confesor y Doctor


28 de agosto 


SAN AGUSTÍN, 
 Obispo, Confesor y Doctor



Por la gracia de Dios soy lo que soy,
y su gracia no ha sido estéril en mí.
(1 Corintios, 15, 10).


   San Agustín, hijo de un pagano de Numidia, que se convirtió al final de su vida, enseñó primero brillantemente retórica en Cartago, Roma y Milán, don de la lectura de un pasaje de San Pablo lo convirtió y donde San Ambrosio lo bautizó. De vuelta a África, después de haber perdido a Santa Mónica, su madre, en Ostia, retiróse a la soledad, y después fue ordenado sacerdote y llegó a ser obispo de Hipona. Entró en correspondencia con San Jerónimo y fue el azote de los herejes. Toda su vida lloró su juventud hasta humillarse por ella en el libro de las Confesiones. Su poderoso genio y su maravillosa ciencia brillan sobre todo en su célebre obra la Ciudad de Dios. Murió en su ciudad episcopal cercada por los vándalos, en el año 430, a la edad de 75 años.

  MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SAN AGUSTÍN

   I. Este gran santo resistió hasta la edad de 32 años las inspiraciones de la divina gracia. ¿Acaso yo mismo no he resistido a la gracia? ¿Cómo pasé yo mi juventud? ¿He comenzado por fin a amar a Dios con amor profundo y sincero? ¡Cuántas veces he endurecido mi alma y he menospreciado el llamado del Señor! Comencemos a darnos a Dios. Ah Señor, tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. (San Agustín).

   II. San Agustín, primero pecador y hereje, llegó a ser después un gran santo; renunció a sus errores y fue durante todo el resto de su vida, el hijo dócil de aquélla gracia que había perseguido. ¿A qué se debe que no imite yo a San Agustín en su penitencia, ya que lo imité en sus desórdenes? ¿Qué he de esperar de los afanes que me tomo por lucir en el mundo? Habré de morir y abandonar esos honores y esas riquezas; y ¿en qué pararé si no estoy en estado de gracia cuando Dios me llame para dar cuenta de mi vida? ¿A qué fin tienden todos nuestros trabajos? ¿Qué buscamos? (San Agustín).

   III. San Agustín fue el doctor de la gracia; la defendió contra los herejes, explicó su naturaleza y descubrió sus maravillosos efectos. Enseña tú a los demás por qué medios podrán recuperar la gracia de Dios: trabaja en la conversión de los peca dores. Sé tú, a tu vez, discípulo de la gracia, si no puedes ser su doctor; estudia los movimientos que imprime a tu corazón, escucha lo que ella te inspira, obedécela fielmente. Si no haces a la gracia inútil en ti, producirá frutos abundantes. (Orígenes).

El deseo de la conversión

Orad por las órdenes religiosas.

ORACIÓN   

   Dios omnipotente, escuchad benigno nuestras súplicas y puesto que os servís permitirnos esperar en vuestra bondad, dignaos, por la intercesión del bienaventurado Agustín, vuestro confesor pontífice, derramar sobre nosotros la abundancia de vuestra inagotable misericordia. Por J. C. N. S. Amén.

SAN PAULO IV, Patriarca de Constantinopla


28 de agosto 



SAN PAULO IV,  
Patriarca de Constantinopla



¡Oh piadosa pobreza a la que se dignó
abrazar con predilección el Señor Jesucristo,
el que gobernaba y gobierna cielo y tierra y,
lo que es más, lo dijo y todo fue hecho
(Santa Clara).

   Paulo IV, Apodado "el joven", era  originario de Salamis. En el año 780, durante los últimos meses del reinado del emperador León IV, fue elegido patriarca de Constantinopla. Cuando la emperatriz Irene asumió la regencia, el santo abogó por la restauración del culto de las imágenes.

   El año 784, se retiró al monasterio de Floro con la intención expresa de hacer penitencia por la negligencia y falta de valor con que había procedido durante la crisis iconoclasta. Hasta el momento de su muerte, ocurrida poco después, abogó por la convocación de un concilio contra los iconoclastas que se reunió el año 787.

SAN MOISÉS EL ETÍOPE, Anacoreta Patrono de África


28 de agosto

SAN MOISÉS 
EL ETÍOPE, 
Anacoreta 
Patrono de África

Ya no necesito más: conozco a
Cristo pobre y crucificado
(San Francisco de Asís).

   San Moisés el Etíope (330-405) Nació en Etiopía y llegó a ser un coloso capaz de tragarse medio cordero y un odre de vino en una sola comida. Era capitán de una banda de ladrones, que durante muchos años recorrieron las márgenes del Nilo robando y saqueando a las caravanas y navíos. Tras despojar a sus víctimas, a menudo las asesinaba para que no los denunciasen. Tocado por la gracia, conoció en el desierto al abad Arsenio y le pidió, con la espada en la mano, que le hiciera conocer a Dios. Arsenio lo encomendó a Macario, un monje que “tenía el don de amansar a las fieras”. Moisés comenzó a progresar con rapidez en la vida espiritual, llegando a ser sacerdote limosnero. Yendo un día cuatro de sus antiguos camaradas a robar, él los convirtió a Cristo, y tras ellos se llegaron muchos cientos de forajidos, que abrazaron su género de vida. Murió a manos de unos soldados que devastaban la región, pues no quiso abandonar el monasterio ante la inminencia del peligro. Dijo Simón a sus hermanos, recordando sus fechorías: “Salvaos vosotros. Yo me quedo, pues no quiero desmentir al Señor cuando nos dijo: “Quien a hierro mata, a hierro muere”. Fue asesinado en 405, a los 75 años. Es Patrón del continente africano.

lunes, 27 de agosto de 2012

SAN JOSÉ DE CALASANZ, Confesor


27 de agosto 


SAN JOSÉ DE CALASANZ,
 Confesor



El Espíritu del Señor reposó sobre mí;
por lo cual me ha consagrado con su unción,
y me ha enviado a evangelizar a los pobres.
(Lucas, 4, 18). 


   Este santo consagró su vida a la educación cristiana de la niñez. En su juventud, reunía ya a su alrededor a los niños para enseñarles las oraciones y los misterios de la religión. Ordenado sacerdote, se dedicó primero a la predicación en España, su patria; pero, sintiéndose llamado a vida más perfecta aun, se trasladó a Roma, donde la vista de un tropel de niños entregados a los vicios a los que arrastra la falta de educación, le inspiró el pensamiento de fundar escuelas pías. Asoció a su intento a varios eclesiásticos animados de los mismos sentimientos, y su congregación fue erigida por Gregorio XV en Orden religiosa, bajo el nombre de Clérigos regula res de la Madre de Dios de las escuelas pías.


  MEDITACIÓN
SOBRE LA INSTRUCCIÓN
DE LOS POBRES

   I. Hombres apostólicos, aprended de San José a instruir a los pobres. Esta función no es brillante a los ojos de los hombres, pero es grande ante los de Dios y digna de todo vuestro celo. Es fecunda en méritos y en consuelos para vosotros, y en frutos de salvación para esas pobres almas, ¡ay! muy a menudo abandonadas. No se os ama, Señor, porque no se os conoce; si el mundo os conociese, os amaría. (San Agustín).

   II. Padres de familia, velad por la instrucción de vuestros servidores. Enviadlos a la Iglesia para que aprendan en ella el camino del cielo; instruidlos vosotros mismos sobre los deberes que la religión les impone. Una palabra de vuestra boca hará mucha impresión en su corazón; no toleréis sus vicios, y demostrad bondad especial a los que son más virtuosos. ¡Qué gloria para vosotros, si ganáis para Dios el alma de vuestro servidor! No repeláis a vuestros servidores, poseen la misma naturaleza que vosotros. (San Ignacio).

   III. Si tu posición no te permite trabajar en la instrucción y edificación de tu prójimo, por lo menos ora a Dios por la conversión de los pecadores. Tus oraciones atraerán acaso más almas a Dios que los trabajos de los hombres apostólicos. Mientras ellos riegan la tierra con su sudor y su sangre, tú obtendrás del Cielo la gracia, ese rocío celestial que la debe hacer fértil. ¿Qué haces tú por la conversión de los pecadores? Por lo menos humíllate: y si nada puedes hacer por la salvación de los demás, trabaja seriamente por salvar tu alma.


El buen ejemplo

Orad por la educación
cristiana de los niños.

ORACIÓN   

   Oh Dios, que por San José de Calasanz, vuestro confesor, habéis dado a la Iglesia un nuevo auxilio para formar a la infancia en el espíritu de inteligencia y de piedad, concedednos, por sus ejemplos e intercesión, la gracia de practicar y enseñar vuestra doctrina, de modo que merezcamos las recompensas eternas. Por J. C. N. S. Amén.

SAN CESÁREO DE ARLÉS, Obispo y Confesor


27 de agosto 


SAN CESÁREO DE ARLÉS, 
Obispo y Confesor



   San Cesáreo nació el año 470, cerca de Chalon-sur-Saone. Pertenecía a una familia galo-romana. A los dieciocho años, cuando ya había adquirido un respetable cúmulo de ciencia, determinó abrazar la carrera sacerdotal. Dos años más tarde se retiró a la abadía de Lérins, que había dado ya a la Iglesia muchos varones santos y sabios. El abad le nombró bodeguero. Pero, como las pasiones humanas alcanzan aún los sitios más alejados de los incentivos del vicio, algunos monjes tomaron a mal la administración escrupulosa de Cesáreo, y el abad se vio obligado a relevarle del oficio. Cesáreo quedó encantado de poder disponer de más tiempo para la contemplación y la penitencia; pero, como su salud se empezaba a resentir, fue enviado a reponerse a Arlés. El santo era pariente de Enoo, el obispo del lugar, a quién llamó la atención el cuidado con que el monje les evitaba la lectura de los autores paganos a los jóvenes que se preparaban al sacerdocio, y lo quiere para cumplir funciones en su Diócesis. Así pues, escribió al abad de Cesáreo suplicándole que le cediese al religioso. Una vez que Cesáreo recibió la ordenación sacerdotal, Enoo le puso al frente de un monasterio en el que la disciplina estaba muy relajada. El santo redactó una regla, gobernó el monasterio durante tres años y consiguió convertirlo en un modelo, a pesar de su propia juventud e inexperiencia. En su lecho de muerte, el obispo de Arlés propuso que le sucediese Cesáreo. Este huyó a ocultarse en el cementerio, pero fue descubierto, y el pueblo y el clero le obligaron a aceptar la elección.

   Contaba solamente treinta años, e iba a gobernar la diócesis durante cuarenta más. San Cesáreo no tenía el hábito de suntuosidad y el espíritu de orden que movían a tantos obispos de la época a exagerar la importancia de su cargo para asegurar su la estabilidad. Pero poseía en cambio un profundo espíritu religioso, que hizo de él el principal prelado de las Galias. Una de sus primeras empresas fue regularizar el canto del oficio divino. Hasta entonces, en Arlés, sólo se cantaba en público  los sábados, los domingos y los días de fiesta, pero San Cesáreo lo impuso diariamente, como se acostumbraba en otros sitios y no tuvo reparos en modificarlo para conseguir que las cristianas acudiesen más regularmente. Por otra parte, enseñó a su grey a orar de verdad, a elevar a Dios los deseos de su corazón y no simplemente a mover los labios en vano y aún con riesgo de cometer sacrilegio, ya que la verdadera oración consiste en levantar el corazón hasta Dios. Solía decir: "El hombre adora aquello en lo que tiene puesta la mente cuando reza. El que al orar piensa en los asuntos políticos o en la construcción de sus casa, no adora a Dios sino a su casa o a los asuntos políticos". San Cesáreo predicaba siempre los domingos y días de fiesta, mañana y tarde y, con frecuencia, lo hacía también entre semana. Si por alguna razón se hallaba impedido, hacía que los sacerdotes y diáconos leyesen al pueblo alguna homilía de los Padres.

   También mandó que se leyesen esas homilías después de los maitines y vísperas para que el pueblo nunca saliese de la iglesia sin haber aprendido algo. El estilo del santo, que detestaba los disgustos complicados, era sencillo, natural, y agradable. Solía descender a detalles y clamaba contra los vicios más extendidos, en particular, contra la costumbre de dejar el arrepentimiento para el día de mañana. Con frecuencia, hablaba de las penas, del purgatorio por los pecados veniales y de la necesidad de repararlos con las frecuentes penitencias. Sobre todo, predicaba acerca de la oración, el ayuno, la limosna, el perdón de las injurias, la castidad y la práctica de las buenas obras. En resumen, fue el primer predicador "popular" cuyos sermones han llegado hasta nosotros; están llenos de comparaciones familiares y rara vez duran más de un cuarto de hora. Al mismo tiempo, el santo inculcaba a sus oyentes el valor de la oración litúrgica, que tanto se esforzó por popularizar. "Que vuestras acciones correspondan a vuestras palabras -repetía-. Que vuestras almas sean tan puras como lo exige el texto: Beati inmmaculati in via".  

   Uno de sus primeros biógrafos llama a San Cesáreo "otro Noe que construyó un arca para proteger a sus hijos contra los peligros de su tiempo". Se trata de una alusión al monasterio que abrió como refugio para las doncellas y viudas del sur de las Galias que querían consagrarse a Dios. El monasterio se hallaba, al principio, en Aliscamps, entre las tumbas romanas; más tarde, fue trasladado al interior de las murallas de la ciudad. Su primer nombre fue San Juan; después tomó el nombre de San Cesáreo. Este confió al gobierno del convento a su hermana Santa Cesária, redactó personalmente la regla y siempre consideró  aquella obra como una de las principales empresas de su vida. En sus reglas, insistía en la inviolabilidad absoluta de la clausura. Reglamenta las normas del claustro y de la vida en el monasterio También redactó otras parecidas para los monasterios masculinos y la impuso a todos los de su diócesis. La costumbre de la clausura que fue extendiéndose, poco a poco, a otras regiones, tras haber defendido con éxito su extensa jurisdicción, sede de Arlés, que tenía como sufragáneas a varias diócesis.

   En calidad de primado,  el santo presidió varios sínodos, de los que el más importante fue el de Orange en el año 529. Comienza a echar por tierra argumentos equivocados. Dicho sínodo se pronunció contra los que afirmaban que Dios predestina a ciertas almas a la condenación; también declaró que a la gracia de Dios, debemos el primer movimiento hacia Él de nuestras almas, de suerte que Dios es el autor de toda conversión, contra lo que sostenían los semipelagianos.

   Junto con esta actividad eclesiástica, San Cesáreo participó también en los principales acontecimientos sociales y políticos de su tiempo. La ciudad de Arlés estaba entonces bajo el dominio del rey visigodo Alarico II. Las malas lenguas dijeron al monarca que San Cesáreo, que había nacido en Borgoña, estaba tratando de anexar el territorio de Arlés a los dominios del rey de Borgoña. La acusación era falsa; pero Alarico desterró al santo a Burdeos en el año 505. Cuando el monarca se dio cuenta de la injusticia que había cometido, llamó a San Cesáreo del destierro y condenó a su calumniador a morir apedreado, aunque acabó por perdonarle, a ruegos del santo.  

   Después de la muerte del monarca visigodo, el ostrogodo Teodorico, rey de Italia, se apoderó de los dominios del Lenguedoc . Habiendo concebido ciertas sospechas contra San Cesáreo, mandó arrestarle y conducirle a Ravena. Al llegar a la presencia de Teodorico, el santo lo saludó, y el rey, al ver el aspecto venerable e intrépido del anciano, se levantó y le saludó también. En seguida hablaron ambos amigablemente acerca del Estado de Arlés. Después de despedir al santo, Teodorico dijo a los presentes: "Quiera Dios castigar a los que son responsables de que este santo haya tenido que hacer un viaje tan largo e inútil. Cuando quedó en mi presencia, me estremecí al ver su rostro de ángel. No puedo creer que un hombre así sea capaz de cometer los crímenes de los que se le acusan". El rey envió a San Cesáreo una bandeja de plata con trescientas monedas de oro y un mensaje que decía: "Aceptad este regalo del rey, tu hijo, como una prueba de mi amistad". El santo vendió la bandeja y empleó el dinero en rescatar cautivos. Después continuó el viaje hacia Roma, donde el Papa San Símaco confirmó los derechos primaciales de la sede de Arlés, nombró a San Cesáreo delegado apostólico en las Galias y le confirió el palio. Según se dice, San Cesáreo fue el primer obispo de Europa occidental que recibió el palio.
   En el año 514, retornó a Arlés, y siguió en el gobierno y la instrucción de su grey durante muchos años. Cuando los francos tomaron la ciudad, el año 536, se retiró un tanto de la vida pública al convento de San Juan. A los setenta y tres años, sintiendo que la muerte se acercaba, hizo su testamento a favor de las religiosas del convento y empezó a prepararse para la muerte. Poco antes de la fiesta de San Agustín, preguntó si la fecha estaba aún lejana, y añadió: "espero que para entonces ya habré muerto, pues bien sabéis la predilección que he tenido siempre por la doctrina tan católica de este santo".
   Haciéndose transportar en una silla de brazos al monasterio que había fundado, exhortó a las religiosas a soportar con paciencia la pena que iba a causarles su muerte. La superiora del monasterio, que había sucedido a la hermana del santo, se llamaba también Cesaria, y había más de doscientas religiosas. San Cesáreo, "verdadero ma

SANTA MARGARITA LA DESCALZA, Viuda


27 de agosto


SANTA MARGARITA 
LA DESCALZA, 
Viuda


¡Oh pobreza santa, por la cual, a quienes la poseen y desean,
Dios les promete el Reino de los Cielos y la vida bienaventurada!
(Santa Clara)

   Santa Margarita, nació en 1325 en Cesolo, en San Severino Marche. Sus progenitores, de humilde origen y dedicados a la agricultura, le dieron un profunda educación cristiana. A a los quince años, mientras cuidaba un rebaño de ovejas, se le apareció Jesús bajo la apariencia de un pobre peregrino. El peregrino le pide comida, y Margarita le ofrece el único pan que llevaba. De regreso a su hogar, hambrienta, le pregunta a su madre si tiene algo para comer, pero ella le responde que no hay nada. Margarita le rogó que se fijara si había algo en la bolsa, y con sumo estupor, su madre comprobó que estaba tan llena de pan como para abastecer las necesidades de la familia y de todos los pobres de la vecindad.  La santa, por no contradecir la voluntad de sus padres, aceptó unirse en matrimonio con un joven de la ciudad. De esta unión, tuvo una hija a quien educó según los principios cristianos. A la muerte de su marido, decide dedicar toda su vida al servicio de los pobres, a la oración y a la penitencia. Para imitar la Pasión de Cristo, se inflige terribles penitencias: caminaba descalza por las calles de la ciudad (de allí que se la llame Margarita la "descalza"), llevaba cilicio y dormía sobre un lecho de ramas apoyando su cabeza sobre una piedra. Soportó una larga y dolorosa enfermedad con gran fe y resignación. Entregó su alma al Señor el 5 de agosto de 1395. Su cuerpo reposa en la iglesia parroquial de Cesol.

BEATO ÁNGEL DE FOLIGNO, Confesor


27 de agosto


BEATO ÁNGEL 
DE FOLIGNO, 
Confesor

Señor, que purificados interiormente,
e iluminados y encendidos por el ardor
del Espíritu Santo, podamos seguir las 
huellas de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
(San Francisco de Asís)

   El Beato Ángel de Foligno, Nació en Foligno en 1226. Pertenecía a la noble familia de los Conti. En los años 1293 y 1297,  se encontraba en Gubbio. Hombre de gran piedad, después de la gran unión de la Orden de los Agustinos, que, por voluntad de la Santa Sede tuvolugar en 1256, fundó un convento agustino en el centro de Italia, tal cual como elconventode San Agustín que había en su ciudad natal.

  Durante toda su vida se distinguió por la paciencia y su espíritu de oración, mortificación y singular piedad.

   Murió en Foligno el 27 de agosto de 1312.

   León XIII aprobó su culto en 1881.

   Sus reliquias reiposan en la iglesia San Agustín de Foligno.

domingo, 26 de agosto de 2012

SAN CEFERINO, Papa y Mártir


26 de agosto 


SAN CEFERINO, 
 Papa y Mártir



Estáis llenos de deseos... 
y no conseguís lo que deseáis.
(Santiago, 4, 2).


   San Ceferino, sucesor de San Víctor en la Sede Apostólica, resistió valientemente a los herejes y a los paganos. Durante la persecución del emperador Severo fue el sostén y el consuelo de los fieles; su caridad le hacía experimentar sus sufrimientos como si fueran propios. Murió hacia el año 217.

  MEDITACIÓN
CÓMO HAY QUE ORDENAR
LOS DESEOS

   I. Nuestra felicidad en esta vida depende de la regla que impongamos a nuestros deseos. Aprende a limitarte en el deseo de los bienes naturales. Quisieras gozar de mejor salud, poseer más ingenio, más fuerzas, más hermosas cualidades naturales; este deseo es fuente de inquietudes. Conténtate con lo que Dios te ha dado, agradécele; acaso te condenarías si tuvieses los brillantes talentos que de seas. Aunque ahora tuvieras lo que deseas, no por ello estarías más contento. Sólo Dios puede colmar tus anhelos. Dedícate a hacer su voluntad y todos tus deseos serán satisfechos.

   II. Conténtate asimismo con los bienes de fortuna que Dios te ha dado; no son las riquezas, ni los honores, los que te harán feliz. ¡Cuántas personas hay más pobres que tú y sin embargo son más dichosas, porque no desean sino lo que Dios quiere que posean! El pecador es infeliz, tenga o no tenga lo que él desea. (San Próspero).

   III. Un deseo te es permitido, es el llegar a un grado más alto de santidad; hasta debes imitar las heroicas virtudes que admiras en los santos, en la medida en que tu estado y condición te lo permitan. Examínate acerca de los deseos de tu alma; desea con ardor llegar a la santidad. Nada esperes, nada temas, y habrás reducido a la impotencia la cólera de tu enemigo. (Boecio).

La resignación a la voluntad de Dios
Orad por vuestra patria.

ORACIÓN   

   Pastor eterno, considerad con benevolencia a vuestro rebaño, y custodiadlo con protección constante por vuestro bienaventurado mártir y Sumo Pontífice Ceferino, a quien constituisteis pastor de toda la Iglesia. Por J. C. N. S. Amén.

SAN ANDRÉS HUBERTO FOURNET, Confesor


26 de agosto


SAN ANDRÉS 
HUBERTO FOURNET, 
Confesor

Procurad con todo cuidado la salvación de los de vuestra casa
(San Agustín)

   Cuando era estudiante, nuestro santo firmaba sus libros con esta frase: "Andrés, que nunca será ni religioso ni sacerdote". Y Dios le hizo la jugada de hacerlo sacerdote y fundador de religiosas. Nació cerca de Poitiers (Francia) en 1752. En sus primeros años era rebelde y molestón y la única que medio lo podía soportar era su propia madre. Pero esta santa mujer se propuso hacer de esa fierecilla un buen pastor, que salvara otras almas que estuvieran en dificultades. Era generosísima con los pobres. Andrés la criticaba porque le parecía que ella daba demasiado, y le decía que a los pobres había que darles únicamente las sobras. Ella le dijo un día: "Mira, vas a la mesa, echas en una bandeja las mejores frutas, los panes más grandes y los traes y los regalas al pobre que está en la puerta pidiendo. Recuerda que lo que se dé al necesitado se le da a Nuestro Señor, y que para el Señor siempre se da lo mejor". En el momento el muchacho no entendió la lección, pero más tarde hará de este consejo de su madre una ley para toda su vida.

   Sus padres lo enviaron a estudiar interno en un colegio, pero Andrés era el promotor de todos los desórdenes. Parecía que tuviera cien pulgas debajo de la camisa. No era capaz de estarse quieto. Al fin el rector, como castigo, lo hizo encerrar en un cuarto oscuro. Pero el inquieto estudiante se fugó de allí y se fue a su casa. Cuando su padre ya le iba a dar por ello un tremendo castigo, la madre intercedió por él y obtuvo que le perdonara,  con tal de que volviera al colegio y se portara bien. Así lo prometió y así lo cumplió. En adelante su conducta fue excelente.

   Al empezar sus estudios de filosofía en Poitiers, perdió el poco fervor que tenía y se dedicó a una vida mundana y de continuos paseos, fiestas y bailes. Pero todo esto le dejaba un vacío inmenso en el alma y una insatisfacción completa y horrible.

   Sin consultar a ninguno de su familia entró en la carrera militar. Pero cuando quiso visitar a sus familiares, ninguno lo quiso aceptar. Su madre tuvo que ir al ejército y pagar una fuerte multa para que lo licenciaran y lo dejaran retirarse. Quiso buscar puesto como empleado público, pero tenía una letra tan enredada que en todas las oficinas donde pidió empleo fue rechazado.

   Fue entonces cuando le recomendaron que se fuera a pasar unas semanas con un tío sacerdote, párroco, que tenía fama de santo. Y allí en compañía de este hombre de Dios, le llegó a Andrés el cambio total en su comportamiento y en su modo de pensar, y se dedicó a los estudios eclesiásticos, a la oración y meditación.

   Fue ordenado sacerdote y enviado como ayudante de su tío el párroco.

   Empezó a predicar y lo hacía con palabras muy elegantes y rebuscadas. Un día al empezar el sermón se le olvidó todo y tuvo que suspender su sermón. Su tío, el anciano párroco, le dijo: "Es que lo que buscas es lucirte y aparecer bien ante los demás, y eso no le gusta a Dios. Debes predicar con más sencillez". Cambió entonces de método y en adelante la gente comentaba: "Antes el padrecito aparecía como muy sabio, pero nadie le entendía nada. Ahora habla como nosotros, y su predicación nos vuelve mejores".

   Cuando ya lo nombraron párroco, Andrés se dedicó a vivir muy elegantemente con lujosas comodidades en su casa cural. Más le interesaba aparecer como un señor muy importante que como un santo sacerdote. Su madre seguía rezando mucho por él. Y un día que había preparado un gran almuerzo para los más ricos de la parroquia llegó un pordiosero a pedirle limosna y entró hasta el comedor. El Padre le dijo que no tenía nada para darle, y el otro observando esas mesas tan bien servidas le dijo: "¿Y todo esto qué es?". Y mirándolo fijamente le dijo: "Padre Andrés, usted vive más como un rico que como un pobre, como lo manda Cristo". Esta frase impresionó inmensamente al joven párroco. Esa noche fue a la iglesia y pidió perdón a Nuestro Señor. Desde el día siguiente quitó todos los lujos de su casa parroquial, y se dedicó por completo a ayudar a los pobres. En adelante en vez de invitar a los ricos se iba a visitar a los más abandonados. Desde que dejó su vida de lujos y de comilonas y se dedicó a gastar todo lo que recibía a favor de los pobres, la santidad de Andrés empezó a crecer notablemente.

   En 1789 estalló la terribilísima Revolución Francesa que asesinó a miles de católicos y persiguió sin compasión a todos los sacerdotes. El Padre Andrés tuvo que esconderse y los guardias de la revolución lo buscaban por todas partes. Un día cuando estaba escondido en un armario en una familia, al oír que los perseguidores amenazaban a los demás de la casa, salió y se presentó a los militares, estos quedaron tan impresionados ante su venerable presencia, que se fueron y no se lo llevaron preso.

   El Padre Andrés se disfrazó de labrador y se fue a vivir en la finca de una señora muy católica. Pero un día llegaron allá los enviados del gobierno en busca de él para llevárselo y matarlo. La señora y Andrés estaban charlando junto a la chimenea cuando de repente llegaron los gendarmes preguntando por el sacerdote. La dama sin más ni más le dio una cachetada al padre diciéndole: "Váyase inmediatamente a hacer sus oficios y deje de estar por aquí sin hacer nada". Los militares creyeron que era un servicial de la casa y no lo siguieron, y así él pudo salir huyendo. Después decía por burla: "Fue lo mejor que usted podía hacer. Si no, me habrían descubierto".

   Después tuvo que salir huyendo hacia España y allá estuvo cinco años. Cuando suavizó la persecución, volvió a su querida parroquia de Maillé y se dedicó a reavivar el fervor de sus parroquianos predicándoles misiones y dedicando muchas horas a confesar.

   Tuvo la suerte de encontrar una mujer con grandes cualidades para la vida religiosa, Santa Isabel Bichiers des Ages, y con ella fundó la Comunidad de Hermanas de la Santa Cruz, que se llaman también, hermanas de San Andrés. Él fue hasta su muerte el director espiritual de esa comunidad. Un día en que las religiosas no tenían casi harina para hacer pan para sus muchos niños pobres, el santo le dio la bendición a un poco de harina, y con ella pudieron hacer pan para todos.

   Muchos laicos y sacerdotes lo buscaban para que les diera dirección espiritual porque tenía el don de saber aconsejar muy bien.

   El 13 de mayo de 1834 pasó a gozar de la paz del Señor.

SANTA ISABEL BICHIERS DES AGES, Virgen


26 de agosto



SANTA ISABEL
BICHIERS
DES AGES,
Virgen

   Nació San Andrés Huberto Fournet en Saint Pierre de Maillé, en Poitou, el año 1752. Santa Isabel Bichiers des Ages, su compatriota, en el castillo de Ages en 1773.
   Estas fechas son de una importancia capital. Si no hubieran atravesado ambos Ios peligros de la Revolución francesa, su destino hubiera sido totalmente diferente. Suponiendo incluso que ellos hubieran oído la llamada de la santidad, él hubiera sido un buen sacerdote, apreciable a las jerarquías establecidas, dejando tras él el doble recuerdo efímero de un hombre de Dios y un hombre de mundo, uno de esos a los que se echa de menos, pero a quien se olvida pronto porque no dejan ninguna traza durable; ella hubiera sido fiel esposa o santa religiosa; sus méritos no hubieran sido conocidos más allá de un pueblo o de los muros de un claustro.

   Los acontecimientos los han formado de otro modo. Haberlos hecho nacer en un tiempo agitado, haberlos arrojado como puentes espirituales entre dos épocas "para salvar lo que estaba perdido": son señales de predilección divina. Pero además este destino les emparenta con toda una familia de espíritus que resistieron de la misma manera a los trágicos acontecimientos de! antiguo régimen. Desde entonces su historia toma proporciones inmensas. A través de ella se refleja un siglo de historia de la Iglesia. Hay más: está en el fondo el eco de lo que ha pasado y pasará siempre en semejantes circunstancias. Después de cada tormenta, la Iglesia, que se creía muerta, revive con más fuerza. El interés de estas dos existencias es poner de relieve una ley permanente de la vida espiritual del Cuerpo de Cristo: su perpetua regeneración.

   Bajo el signo de trivialidad espiritual está lo que fueron los primeros años de Andrés Huberto e Isabel. No es necesario por tanto ensalzar fielmente sus rasgos.

   El ambiente que rodea sus cunas mezcla curiosamente el afecto a los viejos principios y la parte vivida en la ligereza y en la frivolidad.

   El que Andrés Huberto recibiera la tonsura a los diecisiete años no le obliga o le compromete apenas. Adquiere con ello el beneficio de la capilla de San Francisco en la iglesia de Bonnes. Pero su elección no está hecha. Pasa de la filosofía al derecho y tantea incluso la vida militar. Hijo de una cristiana madre, él le debe su sensibilidad, lealtad, aplicación y seriedad ante la vida, incluso en medio de las disipaciones propias de la juventud. Por fin decide ponerse al servicio de Dios y entra en el seminario.

   Ya sacerdote, se sumerge en el cumplimiento cotidiano de su ministerio como vicario de su tío en Haims; después en Saint-Phél de Maillé y, finalmente, de párroco en San Pedro de la misma ciudad. La elección es buena: le gusta el contacto con las almas, las visitas a los feligreses, entre los que se hace popular por sus sencillas maneras, aprendidas en el medio familiar. Visita igualmente a los pobres, que, trabajando como campesinos o artesanos, forman la mayor parte de su parroquia. A todos va ganando su afecto hasta gozar de una gran estima, cumpliendo siempre con puntualidad las obligaciones de su ministerio. También consigue bienestar material.

   Pero pronto Dios va a sacudir su alma y él sabrá reconocer en los pequeños detalles, al igual que en los acontecimientos de envergadura, la mano del Señor.

   He aquí su primer ejemplo. Esperando cierto día a comer a unos amigos junto a una mesa abundantemente provista, presentóse un pobre a su puerta a pedir limosna. Cogido de improviso, se excusa diciendo "no tengo dinero". "Dinero no, pero vuestra mesa está repleta", responde el mendigo. Estas palabras hieren lo más profundo de su ser: en un momento se da cuenta del contraste entre su tren de vida y las exigencias de las bienaventuranzas. Desde entonces la austeridad penetra en su casa; incluso su predicación va a cambiar, tornando su estilo, hasta ahora florecido, por la palabra sencilla, directa, evangélica. Por eso, hasta el sacristán le abandona diciéndole: "¡Ah, señor párroco, al principio predicabais tan bien que nadie os comprendía. Ahora todo el mundo entiende lo que decís!".

   Y en cuanto a los grandes acontecimientos, con él entramos en la gran Revolución de 1789, y ya sabemos lo que vino con ella: la persecución de la Iglesia en Francia. Los sacerdotes que se niegan a aceptar la Constitución civil del clero y a prestar juramento cismático no tienen otro remedio que la clandestinidad para poder escapar de la prisión, preludio de la guillotina. El padre Fournet también se oculta. Varias veces escapa de milagro de la muerte, merced a la ayuda de muchos de sus parroquianos. Pero su presencia es un peligro para las familias que le esconden y entonces, a imitación de su obispo y muchos otros sacerdotes, huye por Burdeos y Las Landas hasta San Juan de Luz, donde fácilmente puede tomar un barco para España. Así lo hace y permanece en San Sebastián hasta que un decreto del rey Carlos IV le obliga a fijar su residencia en una pequeña villa navarra: Los Arcos.

   El destierro le abruma. 1797 trae consigo una cierta esperanza y poco después el padre Fournet vuelve a Maillé, cuando el Directorio asume el poder. Más aún se persigue a los refractarios y cae en gran delito quien evangeliza o administra algunos sacramentos. Y su corazón se siente desolado, se entristece, a la vista de las profundas miserias que la impiedad oficial ha operado en ausencia de todo ministerio sacerdotal organizado.

   Isabel Bichiers des Ages procede igualmente de familia cristiana. Su tío, monsieur de Mossac, es gran vicario en Poitiers. La desgracia marcará prematuramente su vida. A los diecinueve años, en 1792, queda huérfana. Pero esto no es todo. La rabia de los hombres de la Revolución les lleva a jurar arrancarle la fortuna que le queda de su madre. Ella se defiende ardientemente, triunfa después de interminables procesos, es una mujer de autoridad. Los representantes del pueblo terminan respetándola y ello le permite llevar socorro a los sacerdotes perseguidos.

   Así es como se encuentra con el padre Andrés. Un día coge sitio en un hórreo que reemplaza a la iglesia parroquial. Son tantos los fieles que se amontonan junto al confesor, que tiene que esperar ocho horas para poder obtener una pequeña entrevista. Mucho tiempo de espera, pero poco tiempo en comparación con las consecuencias derivadas de este providencial encuentro de los Marsillys: "Las Hijas de la Cruz, escribirá más tarde, pueden venerar con devoción particular este rincón obscuro que fue para ellas la Cueva de Belén de su Instituto".

   ¿Sabe alguno de ellos la inmensa cosecha que promete este grano arrojado casi por casualidad sobre un terreno labrado? Es probable que no. ¿Quién puede prever que la atmósfera se esclarecerá tan pronto, que Francia volverá a encontrar su paz y la Iglesia su libertad por un Concordato que devuelve el derecho de ciudadanía en Francia a la religión cristiana?

   Sin esperar a más, el clero recomienza el trabajo. Las misiones se multiplican. La vida cristiana, en sueño durante años, encuentra un nuevo vigor. El padre Fournet se encuentra en la primera línea del apostolado, en el puesto más humilde, donde él acaba de encontrarse.

   Rápidamente mide la insuficiencia de estos primeros esfuerzos. Muchas almas, incluso algunas de los perseguidores de ayer, vuelven a Dios. Pero el mal es universal al mismo tiempo que profundo; es la misma sociedad la que está desorganizada. Los niños crecen sin formación; los viejos y enfermos mueren a falta de cuidados y sin recibir los sacramentos. Es necesario hacer mucho más.

   ¿Cuántos son los que en esta época sienten el mismo tormento? Se desconocen los unos a los otros, pero de todas partes sopla el espíritu. Una marea eleva las almas. El retroceso de la historia mostrará la simultaneidad y la convergencia de estos esfuerzos. Muy cerca de San Andrés Hubert un admirable sacerdote, Guillermo Chaminade, restaura la vida religiosa en Burdeos y ve a muchos jóvenes, chicos y chicas por él formados, entrar en la vida religiosa dando origen a los Marianistas, Hijas de María y a las Damas de la Misericordia. Pero él no está solo en Burdeos: Noailles funda La Santa Familia y Soupre la Doctrina Cristiana. Y así podríamos dar una vuelta a Francia recogiendo amplia cosecha. El viejo adagio de Tertuliano queda una vez más en pie a través de los tiempos: "Sanguis martyrum, semen christianorum". Ya lo había dicho Cristo antes: "Si el grano de trigo no muere, no puede dar mucho fruto".

   En Poitou San Andrés Hubert Fournet va a realizar esta obra con Isabel Bichiers des Ages. A su petición la joven ha entrado, después de algún tiempo, en la costosa tarea del don de sí mismo. En su parroquia de Béthines abre una escuela para la formación de las jóvenes. Pronto algunas compañeras se agrupan a su alrededor y aceptan una nueva sugerencia de su director espiritual, el cuidado de los enfermos.

   ¿Por qué este pequeño grupo inicial no puede ser la celda inicial de una nueva sociedad donde realice su apostolado? Isabel Bichiers des Ages no ve en esta primera tentativa más que un postulado que ha de conducirla hasta el Carmelo. Duda. Se dirige a Poitiers para buscar una orientación. El padre Fournet, después de seis meses, pone fin a sus deseos: "Apresuraos a venir aquí; hay niños que no conocen los primeros principios de la religión; pobres enfermos tendidos sobre sus lechos sin el más mínimo socorro, sin consuelo. Venid a cuidar de ellos, a atenderlos en la hora de la muerte".

   La necesidad la lleva. El paso está dado. Todo marcha bien. Afluyen nuevos brotes. La casa no es suficiente y después de varios cambios se traslada a La Puye, en 1820, donde la congregación naciente fijará su casa madre. Cada vez más requerido por la formación de religiosas, el padre Fournet sacrificará su puesto en Maillé para entregarse por entero al nuevo Instituto que acaba de aprobar el obispo de Poitiers.

   Ha descargado su conciencia, pero no ha arrancado de su corazón el atractivo que le había hecho entrar plenamente en la práctica de un ministerio rural que exige delicadeza, paciencia, celo pastoral intenso y condenado frecuentemente a quemarse sin arrojar exteriormente llamas vivas. La Puye y sus alrededores se benefician de su ministerio. Instintivamente se da cuenta de que la clave de los trabajos constantes se encuentra en el corazón de los sacerdotes: se desgasta, sin contar en la formación de sus compañeros que se asocian a su labor.

   Siempre permanece primordial en la jerarquía de sus deberes el cuidado de sus hijas.

   Es necesario seguirle en este terreno para buscar lo que tiene de original la nota particular con que él dota la espiritualidad de su familia religiosa. La orientación que le da es quizá más la exigencia de una época que la inclinación de una naturaleza individual. Por esta razón reviste una singular e instructiva autoridad.

   Pasarnos por alto las prácticas de las virtudes evangélicas, la necesidad de la oración para mantener contacto con el Señor, todas estas cosas que extrañaría no encontrar en una regla religiosa.

   Más interesantes son las prescripciones donde recomienda el cuidado de los pobres, la presencia en el mundo, la ruda mortificación, instrumento indispensable del desprendimiento.

   "Pauperes evangelizantur". La evangelización de los pobres es, como dice el Señor, una de las señales del reino de Dios, así como los milagros que acompañan a la venida del Mesías. Cuando los ricos son preferidos a los pobres, planea sobre la cristiandad la señal de los castigos. Con la riqueza acaban las civilizaciones adornadas con el título de cristianas.

   En el siglo XVII San Vicente de Paúl y San Juan Bautista de La Salle se habían inclinado sobre el doble problema de la miseria material y espiritual de las pobres gentes. San Andrés Hubert y Santa Isabel Bichiers des Ages encuentran de nuevo esta intuición esencial. Los niños y los enfermos son el dominio elegido por las Hijas de la Cruz, a ejemplo del Señor que, "durante los tres últimos años de su vida mortal, no se ocupa más que en instruir en todos los lugares, hasta en medio del agua; en todo tiempo, de día y de noche... ¿Qué más hizo el Señor en su vida mortal? Mostró el mayor celo por los enfermos, hasta aplicarles su saliva..." ¡Así habla el reglamento de vida escrito por los dos santos! Evangelizar a los pobres, aliviar a los desgraciados: dos polos de actuación del Salvador, dos obligaciones esenciales de las Hijas de la Cruz.

   Esta misión exige la presencia. Es necesario estar en contacto con el pueblo, con sus niños, con sus ancianos, tener cuidado de preparar y prolongar la acción apostólica del clero. "Si conocierais el don de Dios en vuestra misión en Bayona, escribe a la superiora que el fundador ha enviado allí, vuestro corazón se dilataría... Hacéis lo que hace el señor obispo, lo que hacen los sacerdotes, los confesores, los predicadores: aprendéis a conocer a Dios y a la religión: predicáis la doctrina de la cruz y del desprendimiento; enseñáis con la práctica a escoger las privaciones a los placeres, las humillaciones a las alabanzas". La Hija de la Cruz estará, pues, mezclada con el mundo.

   Hay que tener en cuenta estas últimas palabras. Estamos en la fuente de la santificación de las que deben permanecer en medio del mundo, las "Hijas de la Cruz", "espíritus desprendidos de todo por la pobreza completa, almas de pureza y castidad perfecta, seres muertos a todo lo que es voluntad propia por la obediencia absoluta", como dice uno de los historiadores del padre Andrés Hubert. No hay allí cláusulas de estilo. La redención es siempre costosa. Lo que nos impide descubrir al Señor y seguirle gozosamente es el mundo con todas sus inquietudes, que traba nuestra alma con las cadenas que le impone. El naturalismo del siglo XVII, las pretensiones de la "razón" asedian el espíritu del padre Fournet en una decoración de persecuciones, de súplicas, de sangre vertida. Quiere que sus hijas tengan una vida mortificada, que sea como una audaz respuesta a las pretensiones insensatas. La regla que redacta prevé ayunos y penitencias de toda clase, una austeridad como para volver atrás a las almas valerosas. Los vicarios capitulares de Poitiers no pudieron menos de dulcificar en algunos puntos los capítulos sobre la alimentación y el sueño. Aún hoy la austeridad se trasluce al primer golpe de vista en el hábito de las Hijas de la Cruz. Si la reciente reforma ha privado de esa larga toca que impedía casi la visión y toda muestra de afectación, el hábito negro, que cae sin pliegues, dice a la vez renunciamiento y rectitud, una rectitud que haría pensar en la rigidez si no hubiera en la mirada, hoy al descubierto, señales de acogimiento y bondad presta a prodigarse.

   Hace ya cien años que San Andrés Hubert y Santa Isabel han dejado este mundo; él murió el 13 de mayo de 1834; ella le encontró en el cielo el 26 de agosto de 1838. Es decir poco que en ese momento la Congregación contaba con 633 religiosas repartidas en 99 casas diseminadas por 23 diócesis de Francia. El árbol, ¿sobreviviría a las circunstancias que habían favorecido su desenvolvimiento? La Revolución francesa se convierte cada día más en un recuerdo. La mentalidad moderna parece preferir una espiritualidad de Encarnación a una espiritualidad de Redención, de la cual sería una locura poner en duda su necesidad.

   Las Hijas de la Cruz, cada día más numerosas, continúan, no obstante, la obra de sus fundadores. Ellas, por su inmolación cotidiana, aseguran la perennidad de su bienhechora actuación.

 PAUL GOUYON