sábado, 7 de julio de 2012

SANTAS ETELBURGA, ERCONGOTA y SETRIDA, Vírgenes


7 de julio


SANTAS ETELBURGA, ERCONGOTA y SETRIDA,
Vírgenes 
(664 y 660, p. C.)
   
   
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   Santa Etelburga era una de las hijas de Anna, rey de Anglia oriental. Recibió la gracia de la vocación religiosa y se trasladó a las Galias con su medio-hermana Santa Setrida. Santa Burgundófora las recibió en la abadía, conocida más tarde con el nombre de Faremoutier, en el bosque de Brie. Setrida sucedió ala fundadora en el cargo de abadesa. A la muerte de Setrida, Etelburga pasó a ocupar el puesto. Santa Etelburga empezó a construir una nueva iglesia para la abadía, pero murió antes de verla terminada. Fue sepultada ahí, pero como la construcción no se prosiguió después de la muerte de la santa, su cuerpo fue trasladado siete años más tarde, a la iglesia de San Esteban, aún en perfecto estado de conservación.

   El Martirologio Romano y algunos martirologios ingleses mencionan a Santa Etelburga. Su nombre aparece también en el martirologio francés, bajo forma francesa de Aubierge. Con ella vivió también su sobrina Santa Ercongota, hija de Erconberto, rey de Kent, y de Santa Sexburga. Beda dice que la razón por la que éstas y otras santas ingresaron en la vida religiosa en los mmonasterios de Faremoutiers, Celles y otros de la Galias, fue que había muy pocas instituciones de ese tipo en el país de los anglos. El mismo autor añade que Santa Ercongota fue muy famosa por sus milagros y que los ángeles le predijeron la fecha de su muerte; ello permitió a la santa despedirse de cada una de sus hermanas en religión y encomendarse a sus oraciones, después de lo cual, murió apaciblemente. Su cuerpo se conservó en la iglesia de San Esteban.

   La principal fuente es la Historia Ecclesiástica de Beda, lib. III, c. 8; ver también las notas de Plummer. Beda escribe los nombres de estas santas en la forma siguiente: Aedilberg, Aearcongota y Sathryd. No hay huellas del culto de las dos últimas en Inglaterra. Cf. Stanton, Menology, pp. 13-14, 319-321, 324; y sobre todo H. M. Delsart, Ste Fare (1911), pp. 112-113 y 181-185.

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