lunes, 9 de julio de 2012

BEATO ANDRÉS BAUER Mártir


9 de julio 


BEATO ANDRÉS BAUER 
Mártir 
(1900)




   Beato Andrés Bauer (1866-1900). Religioso profeso. Nació en Guebwiller, Alsacia (Francia), el 24 de noviembre de 1866, de Lucas y Lucía Moser, siendo el sexto de ocho hermanos. Hombre sencillo y sin malicia, el 12 de agosto de 1886, a los 20 años de edad, vistió el hábito de la Orden de Hermanos Menores, como religioso no clérigo, en Clevedon, Inglaterra, pues las leyes entonces vigentes no le permitían hacerlo en Francia. Pronto la legislación militar de su país lo reclamó y tuvo que regresar a Francia, donde vistió el uniforme militar por espacio de tres años. Luego, en vista de la necesidad que sufrían sus padres, decidió ayudarles por un tiempo. Al prolongarse éste, su piadosa madre le dijo: «Andrés, sigue tu vocación. No te preocupes por nosotros, la Providencia nos asistirá. No te demores para responder al Señor, que el mundo no quiere saber más de ti».

   Volvió a vestir el hábito franciscano en Amiens el año 1895. Más tarde fue destinado a París. Andrés, desde que ingresó en la Orden, tenía la aspiración de ser misionero, y esa aspiración pudo hacerla realidad cuando en París conoció a Mons. Fogolla, que se preparaba para la consagración episcopal: se enroló en su expedición y el 4 de mayo de 1899 Andrés se encontraba ya en Taiyuanfu, China, ansioso por convertir a muchos infieles. Servicial con todos, no sabía estarse quieto sino en la oración. El Vicario Apostólico, Mons. Grassi, le confió la dirección del personal laico de su casa y el ambulatorio, aparte los servicios que tenía que prestar en su comunidad religiosa. Fue un enfermero entregado a los pacientes, un verdadero samaritano.

   Su vida misionera duró sólo 14 meses. La revuelta de los boxers le sorprendió cuando atendía el ambulatorio de hombres. Poco antes había escrito a un hermano suyo: «Nos encontramos en el amanecer de un nuevo siglo, y no sé lo que nos espera. ¡Ojalá pudiese, como el buen ladrón, robar también yo el Paraíso!» Cuando meses más tarde, un soldado chino le pedía las manos para atarlo, Andrés se postró ante él y besó las cadenas, por considerar que el verdugo venía a abrirle las puertas del Paraíso. Sereno y cantando el salmo: «Alabad al Señor todas las naciones...», se encaminó hacia el lugar donde la hermana muerte saldría a su encuentro en la decapitación. Era el 8 de julio de 1900 y tenía 33 años de edad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario